viernes, 29 de enero de 2010

La clase de ciencias

En general, hay más cosas del sistema educativo de aquí que no nos gustan que cosas que sí nos gustan. De las que sí, podríamos destacar el hecho de que por estos lares les gusta más experimentar algo que leer acerca de ello, es decir, que aquí fuchican todo lo que pueden. Eso se puede ver en las clases de matemáticas y, sobre todo, en las de ciencias. Seguro que todos habremos visto alguna peli o serie (las famosas ferias de ciencias de Los Simpson) en la que algún niño tiene que hacer el famoso proyecto del volcán.
Yo no doy clase de ciencias, ni falta que hace, pero sí que pude ver alguna de esas famosas science fairs y alguna que otra exposición de trabajos en la biblioteca del cole. Las fotos que podéis ver son trabajos sobre la estructura de la tierra hechos por niñ@s de séptimo (nuestro séptimo de toda la vida, para aquellos que no hicimos la ESO).


Otra de las cosas que nos gustan de la educación aquí es que los niños salen más preparados para hacer presentaciones orales. Desde pequeñitos ya los acostumbran a buscar información y a presentarla en clase. Como ejemplo, os podemos poner este vídeo exclusivo con el ensayo del speech que tuvo que dar Helena sobre los dientes. A nosotros ya se nos cayó toda la baba, pero bueno, somos sus padres y tenemos derecho, ¿no?


viernes, 1 de enero de 2010

Highway 61

Hasta ahora el viaje lo llevábamos totalmente planificado: rutas, hoteles y tiempo en cada sitio. La vuelta, en cambio, decidimos dejarla abierta por si se nos ocurría algún sitio nuevo al que ir. Y así fue. En vez de volver por la misma interestatal 55 decidimos volver por la Highway 61, la que "revisitó" Bob Dylan, y a la que llaman la blues highway por ser el camino que atravesaba el delta del Mississippi y llegaba a Nueva Orleans.

La primera parada la hicimos en Natchez, un pueblecito sureño al más puro estilo Lo que el viento se llevó, y en el que les debieron ir muy bien las cosas a muchos, porque está lleno de mansiones por las que Escarlata O´Hara daría un riñón. Fuimos a ver una de ellas, la Stanton Hall, en la que se rodaron algunos de los episodios de la serie Norte y Sur, y nos quedamos alucinados con el lujo y despilfarro que invirtieron en la casita: puertas de cinco metros, bisagras de plata, espejos de oro, chimeneas de mármol de Carrara, etc.


Después de saciar nuestro apetito seguimos conduciendo rumbo al norte y adentrándonos en el delta del Mississippi. Ignorante de mí, yo hasta ahora pensaba que el delta estaría en la desembocadura, como pasa con el Ebro y otros ríos decentes, pero no. Lo que en este caso llaman delta es en realidad una zona aluvial semi-anegada entre los cursos del Mississippi y uno de sus afluentes, el Yazoo. Bueno, al grano. Este mal llamado delta está lleno de interminables plantaciones de algodón, y aquí sí se pueden comprobar los grandes contrastes sociales del sur de EEUU: grandes mansiones coloniales intercaladas con chabolas de madera y hojalata a punto de caerse, habitadas tanto por tataranietos de Kunta Kinte como por primastros cuartos políticos de Cletus, el de los Simpson.


La noche la pasamos en Clarksdale, en el corazón del delta, y al día siguiente pudimos visitar el Delta Blues Museum. En la foto de arriba podéis ver el Ground Zero Blues Club, que por desgracia cerraba los domingos.


Desde Clarksdale nos fuimos a Oxford, a unas cien millas al este. Oxford es una bonita población universitaria en la que creció el escritor William Faulkner. Después de dar una vuelta y conocer la gastronomía local, seguimos de un tirón hasta Cape Girardeau, donde hay unas cuevas que aparecen en la novela Tom Sawyer. Después de hacer noche, rumbo a casa definitivamente.



Fueron nueve días intensos, con más de 3700 kms, buena comida, buena música y un par de angelotes que llevábamos en el asiento de atrás y que se portaron de maravilla. Así da gusto viajar con niños, aunque no pudiéramos entrar en los clubs de Nueva Orleans. Como resumen no del viaje, sino de la ruta en sí, os dejamos este vídeo.