Tres años después decidimos darle una oportunidad de un fin de semana. En el fondo, el sitio era lo de menos. Lo importante era que habíamos quedado con nuestros amigos Noelia y Jose, vecinos de Madrid y residentes en Sioux City, en la frontera entre Iowa y Nebraska. Con ellos empezamos esta aventura y con ellos la terminaremos pronto, y como queríamos vernos al menos una vez más en suelo americano decidimos quedar a mitad de camino, en una pequeña ciudad llamada Waterloo.
Como teníamos tiempo, fuimos por el camino largo y tuvimos la oportunidad de comprobar que se puede describir el estado en tres palabras: maíz, maíz, maíz. Aun así, los oasis urbanos que nos encontramos no sólo nos gustaron, algunos nos sorprendieron.
El primero que nos encontramos fue Iowa City, antigua capital del estado, y hoy una bulliciosa ciudad universitaria, con... ¡calles peatonales! Pudimos pasear un rato por el centro y tomarnos un café mientras Helena y Pedro jugaban un rato en un parque infantil.
El domingo por la mañana nos despedimos, con el firme propósito de volver a vernos este año. De camino a casa, esta vez por el camino corto, paramos en Dubuque, una pequeña ciudad en la que el Mississippi hace de frontera entre tres estados, Iowa, Illinois y Wisconsin. En este mini-vídeo se ve la ciudad desde una colina a la que se llega en funicular.
Unas horas después, tras una parada técnica para comer en Galena, ya en Illinois, llegamos a casa, cansados pero contentos.