Las vacaciones siempre saben a poco (aunque sean de dos meses)

¡Hola a todos otra vez!
Empezamos aquí la nueva temporada del blog después de más de dos meses de vacaciones en casita, que es donde mejor se está.
La verdad es que mola que lo echen tanto de menos a uno. A pesar de que hoy en día la tecnología acerca mucho (gracias, señor Skype) todo el mundo estaba encantado de vernos en directo, especialmente a los niños. Bueno, algunos además estaban sorprendidos de lo que había engordado yo. Sin comentarios...
Y hablando de gorduras, nos pasamos casi todo el verano con comilonas de bienvenida y comilonas de despedida -con un breve lapso de unas semanitas en la playa-, acumulando memorias gastronómicas para luego no tener morriña de, entre otros, pan del bueno, chorizo, jamón, caldo gallego, marisco y pasteles. Y claro, entre bocado y bocado, entre sorbo y sorbo (especialmente cuando era de vino) contábamos una y mil veces las cosas que ya habíamos narrado aquí y sobre todo aquellas que por cuestión de discreción no mencionamos en este blog.


P.D.: para que quien quiera se ría un rato, cinco de las seis primeras veces que quise arrancar el hondita, me olvidé de pisar el embrague.