Xa cho advertín, Flanagan: nunca debiches cruzar o Rock para ir ver á filla do boticario
viernes, 27 de noviembre de 2009
Este año cayó pavo
Adonde fueres haz lo que vieres. Ese es uno de los lemas que intentamos aplicar a esta experiencia americana, así que este año por acción de gracias Marta se atrevió con la cena thanksgiviniana por excelencia: pavo con boniato (aquí le llaman sweet potato, que suena mejor). Aprovechando que hace un mes nos invitaron a comerlo, Marta se hizo con unos trucos para que el bicho quedara bien jugosito y después los puso en práctica con su habitual maestría. El resultado fue insuperable.
De postre, como no, pumpkin pie (tarta de calabaza). Casera, por supuesto.
PD: a la hora de escribir esta entrada se acaban de redactar los menús para la semana que viene, y la comida de muchos días termina con la frase "de pavo".
jueves, 26 de noviembre de 2009
Let's go Hogs!!
Ese es el grito de guerra de los seguidores de los Rockford Ice Hogs, el equipo de hockey sobre hielo de Rockford, que juega en la AHL, una especie de segunda división en la que cada equipo está vinculado a otro de la más glamurosa NHL.
Como ya teníamos ganas de ir a ver un partido, nos compramos un family pack -que incluía cuatro entradas, cuatro perritos, cuatro refrescos y cuatro bolsas de palomitas- y allá nos fuimos.
Aquí lo de los deportes está muy combinado con el espectáculo: no puede haber un segundo de aburrimiento. Ese es el motivo por el que en las múltiples interrupciones del partido te bombardean con música, bailes y anuncios (desde hamburgueserías hasta iglesias) en la gran pantalla central. Otro de los momentos importantes es cuando las cámaras buscan parejitas para que se den un beso (véase la foto), aunque con la última metieron la pata y quisieron juntar a un tipo con la novia de otro.
Lo de las peleas es cosa aparte. El hockey sobre hielo es un deporte de mucho contacto físico y a mucha velocidad, con lo que es fácil que la peña se caliente y se quiera partir la cara. Lo que yo no sabía, ignorante de mí, es que las peleas forman parte del espectáculo y están más o menos reguladas por una serie de leyes no escritas: cuando dos tipos se cabrean y deciden expresar sus sentimientos con más que palabras se quitan los guantes y los cascos y se empiezan a zumbar. En ese momento se para el juego, el público se vuelve loco y los jalea. La pelea dura hasta que uno de los dos contendientes cae al suelo, que es cuando los árbitros los separan y los expulsan durante un rato para que se tranquilicen.
La experiencia fue entretenida, así que posiblemente repetiremos más adelante. De todas formas, el próximo acontecimiento deportivo promete ser más espectacular: un Chicago Bulls - Boston Celtics dentro de tres semanas.
sábado, 21 de noviembre de 2009
Viaje al mundo amish
Aprovechando que hacía buen tiempo y que disfrutamos de la visita anual de la tía Bea (y no la vamos a tener encerrada en casa a la pobre), decidimos ir a dar una vuelta por el condado de Columbia -Wisconsin- en busca de asentamientos amish.
Al principio nos quedamos un poco chafados porque pensamos que veríamos un pueblo y lo que hay en la comarca es una serie de familias desperdigadas por la zona, eso sí, muchas de ellas con su negocio, casi siempre de artesanía.
La primera parada fue ya en la zona, aunque no en un establecimiento amish, sino en un restaurante, el Kountry Korner, lugar frecuentado por cazadores de los bosques cercanos. Os puedo asegurar que el mítico Brick, el de "Doctor en Alaska," parecería un sofisticado club de Beverly Hills al lado de este local. La comida era sencilla, la gente era amable y el decorado estaba adecuado al entorno: sí, lo que hay detrás de Helena son sillas de montar para vender.
Con el bandullo ya lleno, nos adentramos más en la zona por carreteras blanco-mapa y empezamos a encontrar señales que nos advertían de la presencia de vehículos un tanto peculiares:
Y efectivamente, nos encontramos con varias carretas cuyos conductores nos saludaban muy amables - y serios también.
Lógicamente, esta gente cuando sale tiene que aparcar en algún sitio. Por eso, en varias de las tiendas tenían plazas reservadas:
Nosotros nos compramos un par de recuerdos (peaso alfombra se lleva Bea) y nos volvimos para casa, contentos con la experiencia sociológica.
Al principio nos quedamos un poco chafados porque pensamos que veríamos un pueblo y lo que hay en la comarca es una serie de familias desperdigadas por la zona, eso sí, muchas de ellas con su negocio, casi siempre de artesanía.
La primera parada fue ya en la zona, aunque no en un establecimiento amish, sino en un restaurante, el Kountry Korner, lugar frecuentado por cazadores de los bosques cercanos. Os puedo asegurar que el mítico Brick, el de "Doctor en Alaska," parecería un sofisticado club de Beverly Hills al lado de este local. La comida era sencilla, la gente era amable y el decorado estaba adecuado al entorno: sí, lo que hay detrás de Helena son sillas de montar para vender.
Con el bandullo ya lleno, nos adentramos más en la zona por carreteras blanco-mapa y empezamos a encontrar señales que nos advertían de la presencia de vehículos un tanto peculiares:
Y efectivamente, nos encontramos con varias carretas cuyos conductores nos saludaban muy amables - y serios también.
Lógicamente, esta gente cuando sale tiene que aparcar en algún sitio. Por eso, en varias de las tiendas tenían plazas reservadas:
Nosotros nos compramos un par de recuerdos (peaso alfombra se lleva Bea) y nos volvimos para casa, contentos con la experiencia sociológica.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
La caída de la hoja
Sí, lo sabemos, últimamente tenemos el blog algo abandonado. En parte es porque este año tenemos más vida social que el año pasado, algo lógico al ser el segundo año. También influye el hecho de que en los últimos días disfrutamos de lo que por aquí llaman Indian summer, que viene a ser el veranillo de San Martín de toda la vida, y que tratamos de pasar más tiempo fuera.
Así, a modo de resumen, ya pasamos lo mejor y lo peor del otoño: el espectacular cambio de color de los árboles, que hace que esta sea la estación más bonita en el Midwest, y el posterior ataque de alopecia de los mismos, que nos mantiene ocupados en los dos jardines. Este año decidí contratar a un pardilliño que parece nativo de por aquí. A cambio de un par de cuentos antes de acostarse accedió a ayudarme con la hierba y las hojas.
También pasamos Halloween. Este año no fue tan divertido como el año pasado, no sé si porque ya no fue tanta novedad o porque hacía más frío ese día. Pedro decidió a los veinte minutos de empezar que ya tenía suficientes dulces en su cubo, así que unilateralmente y sin previa consulta con los demás se dio la vuelta. Obviamente, el paseo por el vecindario se terminó.
Así, a modo de resumen, ya pasamos lo mejor y lo peor del otoño: el espectacular cambio de color de los árboles, que hace que esta sea la estación más bonita en el Midwest, y el posterior ataque de alopecia de los mismos, que nos mantiene ocupados en los dos jardines. Este año decidí contratar a un pardilliño que parece nativo de por aquí. A cambio de un par de cuentos antes de acostarse accedió a ayudarme con la hierba y las hojas.
También pasamos Halloween. Este año no fue tan divertido como el año pasado, no sé si porque ya no fue tanta novedad o porque hacía más frío ese día. Pedro decidió a los veinte minutos de empezar que ya tenía suficientes dulces en su cubo, así que unilateralmente y sin previa consulta con los demás se dio la vuelta. Obviamente, el paseo por el vecindario se terminó.
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