Al día siguiente, tras seis horas más de carretera, llegamos a Nueva Orleans. Aquí habíamos quedado con dos amiguetes, Carmen y Carlos, que salían ese día desde Rockford en avión.
Nueva Orleans es una ciudad preciosa y además bastante peculiar por ser el lugar donde se cruzan muchas culturas: la francesa, la española, la americana, la de los esclavos negros, la cajun y la criolla. Todo eso se ve en la arquitectura del French Quarter (barrio francés), se saborea en los mil y un baretos y restaurantes que ofrecen platos como el jambalaya, el gumbo, los deliciosos po´boy (bocatas de pescado o marisco frito en pan de barra. Marta se comió uno de caimán) o el étoufée. Pero sobre todo, Nueva Orleans es música en directo, ya sea en la calle, en los locales o en las plazas. Pasas por un bar en Bourbon Street -el nombre es por los Borbones, aunque hoy en día tendría más razón de ser por la bebida- y oyes a Muddy Waters, a Lynyrd Skynyrd, a ZZ Top... bueno, un día también oí el Aserejé, vaya por Dios. Lástima que en casi todos los que vimos había que tener 21 años para entrar. Como decía, Bourbon St es la capital del vicio de Nueva Orleans. Aquí conviven bares, restaurantes, tiendas de souvenirs -camisetas, artículos de vudú, etc- cabarets y putic... digoooo locales para caballeros solitarios, y la fiesta parece ser continua. En la foto estamos de jam session con un grupo de jazz. El cantante, después de ver bailar a Helena, nos llamó y nos dijo que nos uniéramos a la sección rítmica.
Otra cosa que no podía faltar era un recorrido por el Mississippi en un barco de vapor
Otro de los recorridos que nos hicimos en coche fue la ruta de las plantaciones. Paramos en una llamada Laura Plantation y nos hicieron un tour, explicándonos cómo era la vida de los patronos y de los esclavos. Me llamó mucho la atención que en aquella zona sólo podías tener esclavos si eras católico... y lógicamente, tus esclavos tenían que convertirse al catolicismo también.
No quiero olvidarme de otra cosa que nos gustó de la ciudad: sus habitantes. Cuando nos cruzábamos con nativos por la calle (los turistas parecíamos mayoría) siempre te saludaban y te deseaban unas merry christmas o entablaban conversación contigo. Parece que en el sur la gente es más amable.
En fin, cuatro días después de llegar dejamos Nueva Orleans con un gran sabor de boca y con ganas de volver, a ser posible sin niños (je, je).